Está bien eso de tener una trampilla a modo de plan B,
por si al final la puerta por la que se quiere salir, no se abre.
Por si un día, el sueño se rompe,
y se vuelve inalcanzable.
Entonces nos iremos por la trampilla,
y allí en el sótano estaremos, al menos, satisfechos,
una copa ebria en una mano,
y la otra sobre el pecho.
Y diremos “menos mal que de este sótano soy el dueño”,
o “no se está tan mal, seguramente la otra puerta no era tan grande,
y todo fuera era simple, plano y pequeño”.
Y estará bien.
Todo estará bien.
El único problema podría ser,
que teniendo una trampilla a modo de plan B,
no se está dispuesto a saltar un precipicio para llegar al otro terraplén,
y hay cosas que sin saltar peligrosas distancias,
nunca se podrán obtener.
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Magnifica reflexión, sobre que la opción más segura, aquella en la que nos refugiamos, cuándo algo falla, es a veces la que nos impide avanzar.
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Muchas gracias! Exactamente buscaba reflejar ese sentimiento, puede que al final lo más seguro no sea lo más acertado…
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